Entre el Golfo de Guinea y las Montañas de la Luna se extienden los bosques lluviosos de África Ecuatorial. Son quizá las pluviselvas menos conocidas y exploradas del mundo. Su reputada impenetrabilidad las mantuvo vírgenes durante más tiempo a salvo de la colonización y el expolio.
Las grandes extensiones de árboles ceiba del oeste y centro del continente, salpicadas por peculiares claros, llamados bai, en la cuenca del río Congo, son el hogar de criaturas tan fascinantes como el gorila o el hipopótamo pigmeo. Su climatología sigue el patrón de lluvias por convección. Al salir el sol calienta el bosque, cuya humedad se condensa y evapora. Al llegar a cotas más altas se enfría y precipita, dando lugar a lluvias por las tardes.
Sin embargo este ecosistema hoy se encuentra seriamente amenazado por la tala comercial. Las empresas madereras abren carreteras para llegar al corazón de las selvas antaño llamadas impenetrables. Y llevan consigo una doble capacidad destructiva. En los camiones que transportan los grandes troncos viaja la muerte en forma de caza industrial. Unas extensiones de bosque son destruídas por las sierras mecánicas, y las que quedan son esquilmadas de vida para abastecer de carne de caza mercados florecientes en las lejanas capitales, donde se pagan altas cifras por comer carne de chimpancé o gorila. Ésto es lo que se conoce como bushmeat o “carne del bosque”.
Antaño las únicas vías para que los primeros exploradores se adentrasen en las selvas centroafricanas eran los ríos y lagos. Grandes cauces como el Nilo o el Congo permitieron que la civilización occidental llegase al corazón africano.
La rica biomasa de los ríos y lagos africanos sustenta un complejo ecosistema. Hipopótamos, cocodrilos o bandadas de miles de flamencos componen su imagen más típica.
Sin embargo esta red arterial del continente africano se encuentra hoy amenazada por la invasión de especies exóticas. El jacinto de agua sudamericano o el cangrejo de río americano son la punta de lanza de una invasión que se extiende silenciosamente por los humedales africanos. El jacinto de agua, que duplica su tamaño en menos de dos semanas, produce grandes flores que bloquean el paso de la luz y mata la vida vegetal bajo la superficie. El voraz cangrejo, introducido con fines de acuicultura, es responsable de acabar con los nenúfares y caracoles, así como de tunelar el lecho de ríos y lagos…
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